Me enteré muy temprano, leyendo los
titulares de los diarios en el quiosco.
“Incógnita: Ultratón desapareció del depósito de Canal 12”. El juez
galáctico-televisivo que observó a más de una generación infantil había sido
robado. Enseguida compré un diario. Con la nota se adjuntaba una foto añeja, de
cuando el robot era toda una institución, y el corazón se me hizo añicos.
Cuando llegué a la facultad me enteré que esa noche se
armaba una marcha por 18 de Julio. Ultratón tenía que aparecer, o íbamos a
envejecer sintiendo que nos habían quitado un brazo.
Cuando fuimos al bar de la esquina la radio estaba
prendida y escuchamos a Emiliano Cotelo hablar por teléfono con Cacho de la
Cruz. Al parecer Cacho se adhería a nuestro dolor, pero en ese momento sentí
que no era totalmente consciente de lo que esto significaba para nosotros.
Habíamos crecido bajo la mirada atenta de aquella máquina, le habíamos tenido
respeto, cariño, amor, y a veces hasta un poco de miedo, porque él nos
observaba desde el cielo durante la semana, y después exponía nuestras peores
faltas ante todos. Ultratón nos había hecho crecer como personas rectas.
A las ocho en punto comenzó la marcha, y los ánimos se
entremezclaban. Estaban los que andaban silenciosamente, con paso lento, y
estaban los que prefirieron recordarlo con más alegría. Un chico de Psicología
se había improvisado un traje con un tanque y unas mangueras gruesas que
actuaban como brazos. Más allá un grupo no cesaba de repetir con euforia: “Desde la inmensidad del espacio... llega
para los niños... ¡Ultratoooooon!...”. Y continuaban con fervor: “Decir cosas feas, es asunto grave, antes de
decirlas, ¡boquita con llave!”. Al ver todo eso se me hizo un vacío en el
pecho, lleno de melancolía. Por mi cabeza pasaron miles de imágenes, algunas en
blanco y negro y otras en color. Casi podía sentir esas tardes de sábado frente
a la tele, los restos de “Ricardito” alrededor de mi boca, las cajitas de
caramelos “Plucky”, “Alejandro Vascolet” caminando por la pared, el trencito trucho
de las galletitas “Chiquilín”, las bolsitas de “Tico-tico”...
Cuanto más avanzábamos, más gente se nos unía, pero
las edades ya habían dejado de ser tan parejas. Los que subestimaban el poder
de ese tanque de lata, comenzaron a darse cuenta que la cosa venía en serio.
Algunos políticos hicieron declaraciones, expresando que “lamentaban mucho lo
sucedido, y eran conscientes de que Ultratón era prácticamente un patrimonio
nacional”. Incluso se corrió la bola de que un partido quería incluirlo entre
sus candidatos para las próximas elecciones.
Al final de la marcha éramos miles de personas. En la
plaza Cagancha se improvisaron varios “palos enjabonados” y nos quedamos hasta
pasada la medianoche. Nos fuimos a
dormir con más esperanza.
A la mañana siguiente fui directo al quiosco. Desde
lejos lo reconocí en la portada de todos los diarios. Ahora ocupaba toda la
portada. Ultratón había sido hallado en la madrugada flotando en el arroyo
Miguelete. Lo mostraban recién sacado del agua, chamuscado, con basura entre
sus brazos, mientras tres bomberos lo sostenían. Había un solo sospechoso:
Cacho de la Cruz. La muchacha del quiosco sonrió. “Mirá si va a ser el Cacho…
estos del diario inventan cualquier cosa… ¿para que iba a querer tirarlo en el
Miguelete?”. Yo me encogí de hombros, pero la pregunta anduvo en mi cabeza
durante todo el día.
La
incógnita se mantuvo hasta esa tarde, cuando el payaso Pelusita se declaró como
cómplice de Cacho. Vi cuando lo entrevistaban en el informativo. “Cacho me
pidió que lo ayudara”, dijo. “Habíamos tomado unas copas y recordamos viejos
tiempos y nos dimos cuenta que los chicos que nos miraban sólo recordaban a
Ultratón, que pedían su retorno, ya sea para sus hijos, sobrinos, lo que
fuera…” y prosiguió: “a Cacho le molestó que ese tanque de lata tuviese con el
tiempo más popularidad que él… así que fuimos al depósito, forzamos el candado
y lo robamos… Después pasó lo que ustedes ya saben…”
Cacho y Pelusita quedaron libres. Ahora sólo falta esperar el nuevo programa
que va a lanzar Canal 12 dentro de pocos días: “El show de Ultratón”. Me alegro
por él, pero para mí siempre se verá mejor en blanco y negro.
*Cuento de "Posmonauta", 2001.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario