Cuando tenía doce años me dieron el mejor consejo
de mi vida. Lo hizo una tía abuela, un domingo caluroso, cuando preparábamos la
mesa para el almuerzo en su vieja casona del Prado. Mientras yo acomodaba la
vajilla inglesa ella encendió un Republicana sin filtro y tosió como un perro
enfermo. Sin preámbulos me preguntó si estaba enamorada. “Enamorada”. La
palabra me ruborizó. Le dije que no. Entonces esta mujer, que había conducido un
jeep militar con guantes de cuero, que había sido una especie de Mata Hari de
su época, me miró a los ojos, lanzó un humo espeso y me señaló con su dedo
huesudo. “Recordá esto que te voy a decir. Nunca te enamores de alguien que sea
menos inteligente y menos interesante que vos”. Yo sonreí con timidez, acomodé
los tenedores de alpaca y creí entender. Ella estaba sola, en una gran casa
llena de fantasmas, intentando salvarme. Sabía lo que decía.
1 comentario:
Esta es la casa hoy en día? Gustó la historia. Mucha razón esa tía abuela!
Joposepeblablabla
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