Sacudo el globo de nieve en mi mano. Lo dejo sobre
el escritorio y apoyo la cara sobre mis brazos para ver la escena. Sé que va a
ser breve. Me las ingenio para meterme rápido, para verme y ver desde adentro de
la cúpula de vidrio. Las partículas blancas se van asentando en el suelo de
plástico. Pero para mí ya no es nieve falsa ni una representación tosca y mal
pintada de una ciudad. Ya es una calle fría en vísperas de navidad. Camino por
la acera húmeda que absorbe las luces coloridas de los escaparates. Levanto el
cuello de mi chaqueta de cuero y enciendo un cigarrillo. Mis botas viejas taconean firmes, espantan a los gatos vagabundos de las esquinas,
alertan a los drogones en los portales sucios. Busco un bar. Un lugar cálido
para escuchar canciones viejas y emborracharme. La nieve está amainando. El
cielo entre los edificios se aclara. Todo es demasiado silencioso. Un cartel de
neón me da la bienvenida. Quito la nieve de mis hombros; abro una puerta y
desaparezco.
1 comentario:
cuando una fantasía, se nos antoja tan real ¿verdad?
ingenioso,
saludos
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